El niño y la niña de 0 a 1 año
© Francisco de la Flor Terrero
¡Ya tenemos a nuestro niño en el mundo! Afortunadamente para todos, está sano. Ahora empieza una etapa nueva, llena de alegría pero también de miedos e incertidumbres.
El parto preparó al niño físicamente para empezar a vivir: se cortó el cordón del paraíso terrenal y comenzó el largo éxodo de la vida. El niño está fisiológicamente a punto: sus pulmones insuflan el aire necesario, su corazón late con fuerza, su llanto denota el ímpetu de la vida que lleva en su interior. Pero emocionalmente aún no está preparado; para que pueda extraer todo su potencial necesitará del cariño de sus padres. El afecto de los padres respecto al hijo en este punto, lo asemejaría a la fertilidad de la tierra que una simiente necesita para poder crecer. Mientras más nutrientes tenga el terreno, mejor crecerá el árbol y mejores frutos dará...
Este hijo establecerá su primer contacto con el mundo a través de la madre, y posteriormente a través del padre, hermanos y familia en general.
Pero de momento en esta relación no caben más que dos: Dos en uno, Uno en dos. La mente de la madre es la mente del niño, el cuerpo de la madre es el cuerpo para el niño. Esta relación exclusiva es normal hasta aproximadamente el segundo mes de vida del niño. Posteriormente se realizará una apertura hacia su entorno más inmediato. El niño puede fijar la vista en otros objetos cercanos y relativamente lejanos, puede seguir con la mirada, su cabeza la puede mantener erguida y mirar; y como todo ha ido bien, el niño puede empezar a reconocer que existen otras cosas distintas a su mamá, (aunque quizás imagine todavía que todo es mamá...).
Esta relación de exclusividad irá paulatinamente perdiendo importancia a medida que la autonomía del niño va siendo cada vez mayor. El desarrollo neuromadurativo de músculos y sistema nervioso irá permitiendo, siempre bajo un clima de afecto, que el niño pueda explorar más y más su entorno.
Un hito importante en este año es el destete. La alimentación hasta los 4 - 6 meses de vida también tenía tintes de exclusividad. El pecho de la madre para el bebé. Poco a poco, y con el nacimiento de los primeros dientes se impone la ingesta de alimentos cada vez más sólidos para fortalecer al niño su dentadura y aparato digestivo, y sobre todo para estimular su independencia y ganas de crecer. Esta edad relativa de entre 4 y 6 meses marca el primer paso importante de cara a establecer la separatidad mental del niño y su madre.
El hecho del destete es necesario para ambos, ya que la madre también tiene derecho a ir recuperando espacio para sí misma, para desarrollar los objetivos que le son propios como persona y para vincularse de nuevo con su medio habitual.
El destete del que estoy hablando es emocional. No importa si se le da el pecho o toma el biberón, ya que afortunadamente hoy en día existen muchos sustitutos para una buena crianza. El problema de la alimentación reside en la calidad de la misma. Es decir, el cariño con el que se lo alimenta y cómo se va tratando al bebé para dejar de ir poco a poco considerándolo como tal y más como lo que empieza a ser: un niño.
El bebé dura poco. Un feto suele durar 9 meses. Un bebé tan sólo 4 ó 6 meses. Un niño dura hasta los 3 - 4 años. Más tarde será un preescolar. (Las acotaciones que hago de estos términos no están en ningún diccionario, sólo es una apreciación personal).
Atravesado este momento crucial del desarrollo, llegará una fase en el que las idas y venidas del niño serán frecuentes. Ya que el niño estará más interesado en su propia experimentación y descubrimiento del mundo que en otra cosa. Esto le llevará a realizar una de las grandes hazañas ontológicas de nuestra especie: alcanzar la posición erguida, posición privilegiada que le permitirá dominar el mundo a su antojo, ir y venir. Mirar, tocar, tomar las cosas y llevarlas de un lugar a otro, y en primer término, llevarse a sí mismo hacia donde desea ir.
El niño y la niña de 1 a 2 años
El niño y la niña que entran en su segundo año de vida se caracterizan porque en primer lugar, establecen una relativa independencia física y emocional con respecto a los objetos y a las personas. Esto les lleva a tomar una progresiva conciencia del sentido de sí mismo y del mundo exterior. Conocen a su familia próxima: madre, padre, hermanos, abuelos... y van conociendo y familiarizándose con su hogar y su entorno más inmediato. El niño y su familia.
Este juego de nuevas relaciones, junto con las vicisitudes naturales del desarrollo, conforma y acaparan el centro de atención y cuidados que precisará nuestro pequeño protagonista. Las experiencias que más repercutirán en este desarrollo tienen que ver con las que giran en torno a la nutrición, descanso y sobre el control de los esfínteres: Comer, Dormir e Higiene corporal.
Gracias a la creciente evolución del lenguaje, se potencia el desarrollo del juego simbólico y la imaginación del niño, que le va a servir como instrumento para intentar resolver aquellos conflictos que le causan dolor, tales como: experiencias de separaciones diarias del padre o de la madre, sentimientos de envidia y celos, de rivalidad, de exclusión, etc... Este instrumento, bien elaborado, se convertirá progresivamente en una poderosa herramienta al servicio de la parte adulta del niño que le ayudará a construir su personalidad. Existe una correlación positiva entre el grado de desarrollo intelectual de una persona con el grado de desarrollo del juego simbólico e imaginación que pueda establecer el niño a lo largo de su infancia.
Los sentimientos que experimenta el niño de corta edad son tan intensos que se polarizan con frecuencia, pudiendo pasar en un instante del amor más profundo al odio más colérico. Las rabietas, mezcla de frustración y rabia, adquieren a veces tal violencia que parecen no tener fin. Estos conflictos se manifestarán posteriormente durante el sueño produciendo pesadillas si los mismos no se han resuelto adecuadamente durante la vigilia.
Por último señalar que los temores que pueden presentar los niños a esta edad pueden relacionarse a veces con la falta de conocimiento del entorno más inmediato. Sin embargo, cuando aparece una fobia, un miedo irracional hacia una cosa o lugar determinado, es síntoma de que un conflicto no resuelto ha cristalizado de esa manera particular, alejando de la conciencia los terribles sentimientos a los que está asociado.
El niño y la niña de 2 a 3 años
La madre seguirá siendo el centro del mundo del niño y la niña de 2 a 3 años. En momentos de problemas o angustia sólo la madre podrá ayudarle. Aunque el niño ya posee cierto grado de independencia, ella seguirá siendo el eje de su mundo. Ya ha podido comprobar cómo la madre se va y vuelve. Este conocimiento le permite poder explorar el mundo sin la presencia de la madre, no obstante, cuando él se siente demasiado autónomo, su seguridad se desvanece y tiene que recuperarla yendo de nuevo a buscarla. Al final del tercer año de vida, por fin se logra alcanzar lo que se llama en psicología "la constancia de objeto", es decir, se logra mantener la imagen mental del objeto amado y necesitado el suficiente tiempo como para poder estar realizando tareas de otro tipo, como por ejemplo, asistir a la escuela infantil, (soportando la dura espera de: Toda una mañana sin mamá).
Habitualmente a los dos años, el niño no ha logrado aún un completo control de los esfínteres, y a menudo hasta esa edad, la madre no comienza a enseñarle a estar limpio y seco. Este es uno de los aspectos de la educación del niño en el que cuanto menos prisa se tiene más adelantos se logran. En este punto precisar que las niñas suelen, por término medio, controlarse antes que los niños.
Por otra parte, es la edad del ¡No! Hay un cierto placer en negarse a todo, incluso cuando lo que se le pregunte sea de su total agrado. A pesar de que esta obstinación puede llegar a ser molesta, es sin duda un buen signo: sirve para confirmar que todo va correctamente. El niño va afirmándose a través de la negación, es su forma de delimitar su realidad de la de los otros. No = Yo, si no me opongo, no pasa nada, no me diferencio, no discrimino. Es la manera que ha encontrado para "reconocer" sus cosas. Al ¡No! se le suma además el ¡Mío! No esperemos encontrar a un niño que no sea egoísta.
La caridad bien entendida empieza por uno mismo, esto es lo que quiere decir el refrán: primero yo, después, los demás. La generosidad se aprende, no nace, se hace. Habrá poco a poco que inculcar este valor en el niño, pero nunca antes de que el niño se quiera a sí mismo lo suficiente.
En lo que respecta al juego, el niño aprende a distinguir el mundo interno de la realidad externa mediante el juego. La mayor parte del tiempo que pasa despierto lo dedica al juego, el cual reviste suma importancia para su desarrollo. Cuando no juega y duerme, sueña, que podríamos decir que es el "juego" del inconsciente... Existen juegos de roles, en los que desempeñan papeles, y juegos de identificación paterna y/o materna, juegos de evacuación y juegos de elaboración: se usa el juego para descargar angustia contenida o para elaborarla a través del control de los personajes.
Edita: Jassiel González López. S. M. 017 Huauchinango "B".
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